Son objeto de regalo, pero no son muñecos de peluche. Su cuidado exige alimentarlos, cepillarlos, hacer ejercicio, protegerlos de parásitos y enfermedades, costear los gastos de veterinario… Al principio causan molestias, son revoltosos, hay que darles de comer cuatro veces al día, lloran por las noches, muerden y rompen las cosas… Conviene ser consciente de la responsabilidad que se asume para evitar abandonos a la primera complicación.
Alimentación.
Alrededor de las tres semanas de vida empiezan a comer alimentos sólidos. Su alimentación varía según la raza, la actividad física que desarrollen y su edad.
Los preparados comerciales aseguran que se cubren las necesidades calóricas y nutricionales del animal. El veterinario indicará la ración diaria según peso, actividad y edad.
No darle de comer lo mismo que a nosotros. No introducir cambios bruscos en su dieta. Facilitarle abundante agua fresca y limpia. Dividir la ración diaria en dos tomas, como mínimo.
Vacunación.
Las primeras dosis de las vacunas deben aplicarse al finalizar el destete, aproximadamente a los 50 días, cuando nuestro amigo empieza a tener mecanismos de defensa propios. Hay que seguir al pie de la letra el esquema de vacunación del veterinario.
Limpieza.
A los perros les encanta revolcarse entre la tierra, hay que cepillarlos y bañarlos con frecuencia con un champú especial para perros, es el medio más eficaz para eliminar los parásitos.
Educación.
Un cachorro aprende despacio, tenemos que tener paciencia. Debemos enseñarle desde el principio cuáles son las normas y quién manda en casa.
El problema del pis.
Enseñarle a partir de las siete semanas. Elige el lugar adecuado para que haga sus necesidades, coloca unos periódicos y cada vez que le veas haciendo pis le arrastras suavemente hacia el lugar elegido. Podemos inducirle a que lo haga por la mañana, le llevamos hasta donde tiene que hacerlo y permanecemos allí con él cinco minutos.
Repetimos después de comer y a última hora. Si lo hace bien le felicitamos con caricias, en caso contrario, le decimos “NO” con voz tajante y le ignoramos durante cinco minutos. Aprenderá que eso está mal.
¡Se lo come todo!
Cómprale juguetes y huesos para que se entretenga y los destroce, y no use nuestras cosas para jugar. Si le pillamos con nuestros zapatos se los quitamos diciendo “NO” con voz firme y los sustituimos por uno de sus juguetes.
No dejar a su alcance lo que no queramos que se coma, cerrar las puertas de las habitaciones prohibidas, construir “barreras” con lo que se pueda, sillas, maletas, etc…
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